Cuando se habla de duendes generalmente se cree que uno se
esta refiriendo a esas pequeñas criaturas verdes propias de la mitología
irlandesa, que esconden sus monedas de oro al final del arco iris. Sin embargo,
estas leyendas también son conocidas en los Andes, con la diferencia de que
allí habitan en cavernas subterráneas y - para no perder la costumbre – son
mineros. Son los llamados Mukis , el cual resulta de una castellanización del
vocablo quechua murik, que significa "el que asfixia" o muriska
"el que es asfixiado”. La creencia en la existencia del Muki surgiría
tanto de las antiguas tradiciones andinas sobre los demonios y pequeños seres
que pueblan el “Uku Pacha” o mundo de abajo, como de los propios temores y de
la necesidad de los trabajadores de encontrar una explicación a las cosas
extraordinarias que suelen ocurrir diariamente en la labor minera para lo cual
no encuentran respuesta alguna .¿Y como son estos duendes? Se pregunta uno. De
estatura pequeña, el Muki no excede los cincuenta centímetros, de cuerpo
fornido y desproporcionado, perteneciendo a la categoría de los enanos. Su
cabeza está unida al tronco, pero no tiene cuello. Su voz es grave y ronca, no
concordante con su estatura. Sus cabellos son largos, de color rubio brillante,
su rostro está cubierto de vellos y posee una barba larga. De orejas
puntiagudas, su mirada es penetrante, agresiva e hipnótica, de reflejos
metálicos. En otras tradiciones mineras, su cabeza presenta dos cuernos los
cuales le sirven para romper las rocas y señalar las vetas. Habitan en lugares
desérticos y atacan produciendo bastante miedo a sus víctimas o adversarios.
Asimismo se dice que suelen llevarse niños solos e indefensos para convertirlos
en duendecillos. Su descripción varía de acuerdo a la época. Antiguamente, por
la década de los años 1930, se decía que recorría el interior de las minas
sosteniendo en la mano, una pequeña lámpara de carburo, abrigado con un poncho
hecho de lana de vicuña. Tenía en la cabeza dos pequeños cuernos relucientes y
hablaba con voz suave. En la actualidad no es muy diferente, aunque ahora vista
ropa de minero, botas de agua y use una linterna eléctrica a batería. A veces
el pequeño duende toma también la forma de animal o de un hombre muy blanco y
rubio para presentarse a los mineros y engañarlos. Gustan de lanzar penetrantes
silbidos en el interior de las minas, con el cual anuncian peligro y
salvaguardan a los mineros de su simpatía. Se dice que es muy comunicativo, y
hasta incluso se comunica en los sueños. En otras ocasiones, producen
desconcierto y miedo. El Muki se inmiscuye en el destino de los trabajadores de
la mina, gratificándolos o escarmentándolos. Es por ello que este misterioso
enano investido de poder es conocido como el dueño de las minas. A su voluntad,
hace aparecer o desaparecer las vetas de oro. Está atento a las obsesiones,
resentimientos, ambiciones y frustraciones de los mineros. Y, al tiempo que
demuestra simpatía hacia unos, genera castigo y escarmiento a otros. Puede
aliviar el trabajo, ablandar las vetas o endurecerlas, si prefiere. Suele
conceder favores, establecer pactos, sellar alianzas, llegar a acuerdos a plazo
fijo, que cobra puntual e inexorablemente, ya que, estos donantes de la buena o
mala suerte, poseen un código de honor preciso y reservado. Y el minero al no
cumplir con su promesa, termina perdiendo la vida. Sin embargo, se dice que es
posible atraparlos y obligarlos a entregarles todo su oro a cambio de no
llevarlos a la superficie ya que tienen miedo a la luz del sol, porque este los
desvanece y los mata: En otras ocasiones para enfrentarlos, se suele utilizar
el cinturón y darles de correazos con mucha fuerza sin miedo alguno hasta
dejarlos medio muertos y exigirle todas sus riquezas a cambio de su vida. Sean
ciertas o no todas estas historias,la creencia sobre su existencia esta
ampliamente difundida en los Andes del Perú a pesar de la distancia y el
aislamiento de los campamentos mineros donde se les suele encontrar, aunque
claro, solo varia su nombre de acuerdo a las regiones en las que supuestamente
habita ¿A que no te gustaría atrapar a uno?
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