Los niños del barrio de la antigua avenida "Dos de Mayo" , se reunían las noches de luna, en grupos compactos, se iban a sus juegos en los jardines de la Plaza de Armas y de la vieja Alameda integrada siempre uno de esos grupos un niño de unos cinco a seis años de edad, bien trajeado y de hermosas facciones. Los niños del barrio no sabían su nombre pero eso no les interesaba gran cosa, el niño era alegre y cordial con sus amiguitos y en muchas oportunidades llevaba dulces o las llamadas "rosquitas", de agradable sabor, ensartadas, como cuentas de rosario, en delgados hilos, que obsequiaba muy generosamente a sus compañeros de juego.
Cuando ya retornaban de sus juegos, a hora determinada, "los mataperritos", se daban cuenta que el amiguito al llegar ante la antigua iglesia de San Ramon, les decía con cariñosa vocecita "Adios" y "desaparecía".
Después de una leve pausa nuestro viejo amigo reanuda su relato:- "Yo que me dedicaba al arreglo del altar de la Virgen del Rosario, patrona de nuestro pueblo, para la misa del domingo, me di cuenta varias veces que los lindos zapatitos de plata del niñito aparecían abollados y cubiertos de polvo o barro y las mediecitas rotas..."
-¿Qué había ocurrido?-"Algo muy sencillo". El niñito, en varias ocasiones, se escapaba de los brazos de la virgen, y se iba a "mataperrear" con todos los niños del populoso bario de Dos de Mayo, por los jardines de la Plaza de Armas y por los márgenes del viejo Caplina, que corría por el centro de la Alameda poblada de sauces y de molles centenarios y las bellas estatuas de mármol.
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